Caminando hacia la muerte
Me encontré con la vida
Y dejé de estar inerte,
Ausente y a la deriva.
Intento ser patrón
De un barco llamado decisión
Y aunque llegue la tormenta
Agarro bien el timón.
Parto al alba si el tiempo tarda
Y no lo espero.
Cojo los suspiros que olvidé bajo tu falda
Y los guardo en mi sombrero.

A medio camino me tengo que volver,
Me olvidaba el corazón arrestado en el cuartel.
Está acusado por desorden público y depresión
Y lo han pillado de colocón liándola en un burdel.

Una vez el equipaje preparado afronto la próxima etapa.
Pero a medio camino, otra vez, me tengo que volver. 
Joder, ¿dónde coño he puesto el mapa?
Venga va, ¡piensa!...
¡Ah sí, ya sé! Lo perdí en su pelo
Y entre sus piernas.
Lo perdí con aquel beso,
Lo perdí con otras cosas
Que hoy tampoco encuentro…

luis©A.    


 
Naufragó en un mar de dudas y sin bote salvavidas, 
después de andar buscando la respuesta en la bebida. 
Perdido y sediento, 
 soñaba con una botella 
que tuviera en su interior 
un mensaje de aliento. 
Después de todo, sobrevivió y tiro pa' arriba, 
 cuando comprendió que antes de tocar tierra 
se navega a la deriva.

luisca


 
El hombre pájaro poseía uno de los poderes más deseado por el resto de los mortales: poder volar. Desde pequeño había sido muy distinto al resto, lo que había desarrollado en él una gran capacidad para convivir con la soledad. En el vacío, se sentía más lleno que cualquiera. Arriba estaban él y la nada, sin nadie más, ni siquiera el dios al que los de abajo tanto adoraban. Era el ser frente a ser. Era el camino infinito a través de una hoja en blanco. Volaba día y noche sin descanso movido por el voraz aprendizaje que le daba la experiencia. Su escuela era el viaje y sus alas su equipaje, cada pluma un país, cada país una cultura. Ciudades enormes repletas de cerebros que laten. Vivencias y vidas que viven desde lo más profundo hasta la planicie más vacía. Almas que se unen y se separan de vez en cuando, que se quieren y se odian de tanto en tanto. El conocimiento a través del viaje y el viaje como medio de vida, una vida con un único camino: el recto a través del torcido. Una vida. Sólo una vida. La que quiero, la que imagino, con la que sueño, la que comparto contigo.

luis©a
 
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“Ven, dame la mano.”, le dijo ella. Él, preso del pánico, abrió su mano lentamente y se dejó agarrar. Tiritaba y apenas podía hablar. Temía cualquier cambio. Nunca antes había sentido el magnetismo propio de esa libertad que se esconde tras el miedo, la libertad veraz y voraz que devora el alma. Temía sentir la magia que sale de la primera y aparentemente accidental caricia. Temía tanto, que estaba ciego… 

“Relájate, te voy a leer la mano”, continúo ella. Pero de repente, él cogió fuerzas y aún con la voz temblorosa le dijo. “Tranquila, no hace falta que adivines como será mi futuro. Ahora lo sé. Me has abierto los ojos, me has quitado la venda. Ya no estoy ciego, por eso mi corazón siente. Estaba atrapado en mi laberinto sin avanzar por miedo a lo desconocido. Estaba triste y desanimado. Ya no. Vente, vente conmigo. Perdámonos juntos por este laberinto al que llaman vida…”.

luis©a

 
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“Hace tiempo que pasas”, le dije al Tiempo. “¿Pasarás mañana como pasaste ayer?”, le pregunté.

“Y como hoy”, me contestó. “Jamás me detengo. Desde la cuna hasta la tumba me mantengo firme, inquebrantable. Soy el pasado, el futuro y sobretodo el presente. No soy oro sino vida, porque sin vida el oro no vale nada. Por eso vive. No hagas tiempo esperando a que decida por ti, ¡lucha!, que te ha faltado tiempo para bajar los brazos. Sonríe y disfruta sin matar el tiempo. No esperes apático al futuro que imaginas porque perderás la oportunidad de vivir un presente inimaginable. Y si no me crees, querido amigo, tiempo al Tiempo…”

luis©a

 
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Existía la nada, luego nada existía. Y cuando digo nada, es nada. No nada de nadar o de Nadal, sino de nada. Una nada inerte, sin vida y sin muerte, vacía. Una nada donde todo era blanco y cuando digo todo, no es todo sino nada.

Sin embargo un buen día, a la hora del té, llegó el negro y lo creó todo. Porque cuando el negro modifica el blanco deja de existir la nada y comienza a existir el todo. Del negro salieron para esbozarse en el blanco infinidad de cosas, todas inolvidables e ingeniosas. Trabajó, para ser exactos, durante una tarde y una noche y cuando terminó, justo antes de irse a dormir, tocó la verde trompeta que anunciaba el final de la nada y la creación del todo.

Desde entonces, cuando mi vida está blanca y vacía, la dibujo con el negro porque no hay mejor remedio que vivir y morir en compañía.

Luisca.