Mi estancia durante 4 años en el Colegio Mayor Loyola de Granada está llena de anécdotas, historias y sucesos en general que no son, digamos propios que le pasen a una persona normal (a todo esto aclarar que normal, lo que se dice normal, yo no soy). Multitud de recuerdos me vienen a la cabeza de sucesos pasados en los que, por ser parte activa en unos, o mero espectador en otros, me vi envuelto sin saber muy bien por qué.

Esta es la historia de uno de los momentos mas importantes de mi estancia en el Mayor. Como buen colegial, intenté involucrarme en todas las actividades que ofrecía el colegio, una de ellas era el equipo de Rugby, que posee una larga y gloriosa historia que, por simple tema de tiempo, no me voy a enrollar en explicar. La cosa es que como todas las "instituciones" con historia, tiene sus propias tradiciones, una de ellas es el "Bautizo" de los jugadores una vez estos han demostrado que se involucran de una manera u otra con el equipo, bien jugando (la mayoría), bien yendo a entrenar o haciendo cualquier tipo de actividad relacionada con el Rugby que ayude a una mejor difusión y organizacion del equipo. El "Bautizo" consiste en emborrachar al agraciado hasta el punto de que vomite por primera vez y luego llevar a cabo el tradicional ritual, que mas adelante explicaré en que consiste.

Pues bien, nos situamos exactamente en el Miércoles 30 de Abril de 2008, y si mal no recuerdo en el campo de Rugby de Fuentenueva se celebraba un partido del trofeo Colegios Mayores de Rugby entre los Colegios Loyola e Isabel la Católica. Del partido poco que resaltar, jugué los 80 minutos y conseguí mi primer ensayo (para los menos listos, cuando corres hasta el otro campo y posas el balón en la zona del otro equipo). Después del partido, como es tradición siempre que se juega al Rugby, nos dirijimos al tercer tiempo, que en Granada consiste en un Barril en el que los 2 equipos confraternizan entre si y se celebran algunos juegos de beber, entre los que se destaca por encima de todos la famosa Touche, que consiste en 1 fila de jugadores por equipo que se beben una cerveza/copa del tirón, pasando el testigo (hay que dar un beso en la mejilla) al que está detras, ganando el primero que finalice la fila.

De los presentes en aquel Tercer tiempo recuerdo con claridad a Chulillo, Carrita y Urda (Capitanes del equipo) y los jugadores Karateka, Samu, Palomino, Snoopy y Loco (Seguramente había mas, pero han pasado 6 años coño) por el Loyola y el "Sevilla" de Isabel que recuerde. Empezó con el ya clásico "Canales esta aquí, con la copa la copa en la mano..." en la que debía beberme del trago lo que tuviese en la mano, que en este caso era cerveza (Ni que decir tiene que yo no tenía ni idea que ese día me tocaba a mi, con lo que las primeras 4 canciones no me resultaron sospechosas). Despues de una hora y media ya empezaba a notarme algo "atontado" despues de tanta cerveza y empecé a sospechar, otra pista fue que cada vez que tenía que ir al baño un novato iba conmigo para asegurarse de que no potase, ya que en cuanto potas, se supone que estás listo para el bautizo. No sé por qué ese dia era imposible que potase, asi que a mi gran amigo Miguel Avilés le pareció buena idea que yo retase a una carrera de beber al "Sevilla", y aquí hago un pequeño paréntesis para explicar por qué no recuerdo casi nada de lo que a partir de aquí sucedió. El "Sevilla" era un tio del tamaño del Trasto que llevaba toda su vida jugando a Rugby y tenía el hígado curtido en mil batallas, con lo que esta gente pensaron que sería mas que suficiente para terminar de tumbarme...Nada mas lejos de la realidad. Despues de las primeras 2 carreras en las que me "meé" al susodicho, a Chulillo y Urda se les inflaron los cojones y decidieron añadir algo mas "fuerte" a mis cervezas (de esto yo no me enteré hasta el día siguiente). A partir de la tercera carrera (Creo recordar que fueron 3 mas), dentro de mi cerveza había un chupito de tequila que yo me bebía como si fuese agua, ni que decir tiene que gané las 3 carreras incluso con mi cerveza adulterada, pero perdí la guerra, eche la raba en la calle.

A partir de aquí esta todo bastante mas borroso pero lo que puedo recordar del ritual del Bautizo es estar sentado en un portal sin ropa con una tía por la cara echandome cerveza encima (hay quien dice que era un perron) que me eligieron de madrina y bebiendo cerveza de mi zapato derecho. Una vez terminado el "Bautizo", llegó la hora de volver al Mayor, pero claro, yo no quería irme, yo quería ir a la Mae. Engañado por Karateka, que me dijo que iba a llevar a la Mae para que me callase y llevarme al cole, me subí en "La Abuela" y después de 10 min (digo esto porque me quedé dormido de paquete en la moto del ciego), me desperté llegando al Colegio. Al ver que no ibamos a ir a la Mae y después de maldecir la vida de Karateka por haberme mentido, accedí a irme a dormir. Karateka aparcó la moto en el aparcamiento de las motos (hay que resaltarlo ya que de haber aparcado abajo esta historia sería una mierda) y nos dirijimos hacia la puerta del Mayor, eran las 00.00 aprox.

En el momento de bajar las escaleras que dan acceso a la puerta del Mayor, Karateka quiso ayudarme, "quita coño, que yo puedo solo" o algo así le dije, lo qué pasó a continuación es testimonio del Karateka. Empecé a bajar las escaleras bien, pero al quinto escalon, medí mal la zancada y cogí medio escalón, no apoyando bien el pie, lo que desencadenó un efecto dominó en el que fuí cogiendo velocidad y cayendo rodando los últimos 7 escalones de la escalera. El Karateka me levantó, me preguntó si estaba bien y fue a coger mi casco, que obviamente habia salido despedido en el momento de mi caída. "Ya lo cojo yo Tato", frase que acabó con mi cara en el asfalto de la puerta del colegio al no medir bien las distancias al agacharme a por el casco. Si todo esto os parece ya surrealista, hay que añadirle un invitado de excepción, que no era otro que el mismísimo "Mono Blanco", que lo había visto todo y esperaba en la puerta con cara de "Mono Blanco Enfadado". Al día siguiente me desperté en el mi cama con la ropa puesta, enrollado en el edredón cual Shawarma, lesiones en la cara y espalda y un resacón de mil demonios. Después de que Karateka me explicase lo que había pasado, me acordé de que había quedado con Gonzalo para que practicase limpieza dental en la facultad conmigo, la cara que pusieron él y su compañera cuando les eché el aliento a la geta no se me olvidará en la vida.

 
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Esta historia tiene su origen en un barril de Rugby del Loyola que se hizo en Granada 10. Tras beber como cabrones y hacer nuestras animaladas pertinentes, terminó el barril y el club ya nombrado hizo justo después una “Fiesta de tuercas y tornillos” que consistía en que cada varón recibía un tornillo y cada hembra una tuerca al entrar, de forma que si coincidían se les regalaba a cada uno un chupito de Vodka negro.

Viendo el cielo abierto, nos quedamos un equipo para seguir bebiendo buscando por doquier hembras con tuercas que encajasen en nuestros tornillos (en el buen sentido), para cogernos la papa más grande jamás conocida.

Tal fue nuestra fortuna que, buscando y buscando, de repente vislumbré a una fémina que estaba sola en la barra con una copa de balón que, al lejos, no estaba para nada mal, pero que de cerca se podía observar que era una nariz con una mujer, de cuerpo medio qué, pegada. La verdad es que, entre la testosterona acumulada por el rugby, las cervezas, los chupitos y demás bebidas espirituosas que ingerí, y viendo que la cosa iba a ser muchísimo más fácil de lo que me esperaba, tuve más o menos esta conversación con la chavala (que de chavala tenía poco: 30 años, una mujer):

[Tras una nube de recuerdos borrosos]


-Oye, y tú... vives sola?

-No, pero mis padres tienen un piso para alquilar que está ahora mismo vacío.

-Pues... nos vamos, o qué?

-Espera que avise a mi amigo.


Por supuesto, ella pagaba el taxi, e imaginaos mi sorpresa cuando vi que el piso estaba en el Palacio de Congresos (la otra punta de Granada), a lo que pensé: “ Mierda! Si algo sale mal me tengo que pegar el pateo de la vida”, ya que, por aquél entonces, no tenía el número de los taxis de Granada ni forma de conseguirlo a esas horas sin parecer un desgraciado.

Tras una noche de lujuria alcohólica, me dijo la susodicha: “Espera un momento, que voy al baño”, y escuché la pota más asquerosa y más larga que he escuchado jamás. Claro, entre que la chavala no era nada del otro mundo, que los efectos del alcohol menguaron, y, viendo que, como se dice popularmente, “estaba todo el pescado vendido”, procedí a vestirme para comprar “gomitas” y darme un paseo, o al menos, a eso iba inicialmente.

Cuál fue mi sorpresa, que justamente al salir del edificio en cuestión, encontré un taxi con la lucecita verde... A lo que reflexioné: “Esto tiene que ser una señal del cielo”. Me monté y le dije al taxista: “Al Loyola, por favor.” En ese momento miré al cielo, lancé un beso al infinito y me monté con una sensación de “Dios mío, de la que me he librado!”


Gitano.

 
Pajas, Blas y Cacas después de hacer botellón en el piso de Blas conocen a Juan el Millonario, un viejo raro que les lleva a continuar el botellón a su cortijo y los encrema toda la noche con copitas, cosas guapas y desayuno. Hubo momentos de temer por sus vidas pero al final todo salió bien. 


Una tarde de 2011, los señores Pajas, Micho y Mocos quedaron para tomar un café. Entre unas cosas y otras el ocio se apoderó de ellos y decidieron llamarme a última hora de la tarde para ver qué hacía. Decidimos hacer un botellón con guitarreo en mi antiguo piso de Plaza de Toros. Como de costumbre, allí se lió un cipote del 15 y después de varias horas, a eso de las 2 a.m, se presentó la policía en el piso como viene siendo habitual en este tipo de reuniones. Desalojamos el piso rápidamente porque una multa significaba mi muerte a manos de mi padre. Total, nos bajamos los que quedábamos allí a los bancos que hay en la plaza de toros y como a esas horas el alcohol en sangre ya era notorio, no tuvimos problemas en seguir con la fiesta y el guitarreo en mitad de la calle. Allí estaban Pajas, Micho, Mocos, Cacas y quizás alguien más que no me acuerdo. Finalmente solo quedamos allí el Pajas, el Cacas y yo, muy entretenidos en cantarle gilipolleces a cada tía que pasaba.

A eso de las 4 am volvió a venir la policía, que ya estaba hasta la polla de nosotros, y le cogieron los datos al Cacas (es experto mediador) (por los cojones). Él dice que no le multaron, pero eso nunca lo sabremos. Y en ese momento fue cuando apareció el protagonista de nuestra historia, conocido como JUAN EL MILLONARIO, ahora entenderéis por qué.

Juan era un tío de unos 55 o más años, con un pelo muy chungo gris de media melenita grasienta y una papada y bartola propia de su edad. Llevaba puesto un pijama chándal muy turbio y olía raro.  La verdad es que tenía mala pinta. Total, Juan habló con la policía y les dijo que él había estado oyendo desde su balcón y que no estábamos molestando. La policía se fue de allí y Juan nos explicó que él era o había sido, yo creo más bien que nos estaba chupando,  profesor de música y nos dio algunos consejos musicales. Hasta ahí todo normal, pero cuando vió que estabamos borrachos y que habíamos estado de copas y teníamos una guitarra, él pensó que era su noche y nos ofreció seguir con la fiesta en otro sitio donde no hubiera policías y pudieramos estar a gusto.

Al principio no le hicimos mucho caso, hasta que nos dijo que él nos invitaba a botellón, que tenía botellas y que nos prestaba sus guitarras y todo lo que quisiéramos. Olía un poco a chamusquina, pero accedimos a que nos enseñara su piso. Yo no subí, pero subieron los otros dos y lo fliparon de lo que tenía allí el tío. Entre otras muchas cosas, tenía un reloj de pared muy caro, decenas de instrumentos artesanales, así como objetos de anticuario y muchas otras cosas caras. Aparte de eso, entre sus posesiones contaba con una caravana, un Saab 93 descapotable, uno o dos coches más, una moto y una furgoneta hippy, además de un cortijo. Juan el Millonario.

Cuando ví bajar del piso al Pajas con una botella de Barceló en cada mano y una sonrisa de oreja a oreja supe que esa noche iba a ser una locura. Me contaron el plan, que era irnos al cortijo del tío este en ALFACAR… en un estado normal no lo habríamos visto muy claro, pero nos dejamos llevar por la euforia y seguimos palante como los de Alicante.

Nos montamos en su Saab descapotable después de habernos enseñado su caravana (si vais por la calle Doctor Olóriz la veréis) y su cochera llena de cacharros viejos y vehículos. Yo iba delante, y creo que no era consciente de todos los detalles del plan. Cuando vi que salíamos de Granada a las 5 am me entró una sensación entre cague y curiosidad muy poco rica, aunque yo iba flipándolo con la bandurria artesanal que me había dejado (nos contó la milonga de que perteneció a una duquesa) y con las boinas que también nos había prestado. A todo esto, el Pajas y el Cacas iban detrás haciendo suposiciones muy macabras por el wasap. Yo era la primera víctima en caso de homicidio múltiple. La verdad que era blanco facilísimo.

Pasamos por las putas del polígono con el descapotable, no sé por qué, y le tiramos pa Alfacar. Llegamos a su cortijo, que estaba medio en ruinas, pero tenía unas vistas muy buenas y allí empezamos a cantar y a beber copas hasta las 8 de la mañana por lo menos. Ahí ya había tenido unas cuantas oportunidades de matarnos, por lo que nos relajamos con las copitas y nuestro instinto de supervivencia se fue a dormir. Total, que después de prometernos una paella en su cortijo si íbamos con la tuna y  nosotros con el cebollón decirle que si a todo,  nos dijo Juan el Millonario que nos iba a invitar a desayunar. Accedimos gustosamente y nos fuimos para Alfacar. Nos metimos en la trastienda de una panadería a ponernos hasta el culo de cruasanes y napolitanas todavía calenticas, que no veas como entraban con la papa. El Cacas, como es un señor de los pies a la cabeza, entró a una cafetería con el Millonario pa tomarse su cafelito y su tostadita mientras el Pajas y yo apurábamos lo que quedaba de botellón en un portal de una casa. La situación era una partida de polla. El pajas me contaba que había quedao a las 4 de la tarde pa echar un café y había terminao bebiendo copas a las 9 de la mañana en un pueblo mientras el escobilla desayunaba con un desconocido. Era muy gracioso.

Después de recuperar energías con el desayuno, Juan nos llevó a una cochera allí en Alfacar para enseñarnos una mierda enorme de la que nos había estado hablando toda la noche. Era una furgoneta hippy super mugrienta en la que había instalado un sillón para “llevarse a las chatis”. No sé a qué chatis se llevaba, pero eso era turbísimo.

Ya hasta la polla de noche, Juan nos trajo a Granada. La última imagen de la noche fue impagable y mereció la pena. El Pajas llegando a la Facultad de Farmacia totalmente ciego en descapotable y con una botella de barceló en la mano. Al final la bords se quedó dormida en un árbol de la facultad abrazado a su botella.

Y esta es la historia de una de las noches más extrañas que he vivido nunca. Nunca más volvimos a ver a Juan el Millonario, pero cada vez que me acuerdo de la noche esa me parto el culo.

Blas